La volatilidad y la complejidad actuales exigen que las empresas vayan más allá de resistir los embates del entorno; deben aprender a fortalecerse a partir de ellos. Nos encontramos en un contexto de “permarriesgo”, es decir, donde las crisis son permanentes, simultáneas y cada vez más impredecibles. Ante esto, LLYC, firma global de Marketing y Corporate Affairs, señala que la antifragilidad se está consolidando como el nuevo paradigma empresarial.
Hoy, no basta con tener protocolos de crisis o voceros preparados. Las organizaciones deben anticiparse al cambio, interpretar las señales del entorno y diseñar estrategias que les permitan transformar la incertidumbre en una ventaja competitiva real.
“La resiliencia nos enseña a resistir, pero la antifragilidad impulsa a las organizaciones a crecer con cada desafío. En un entorno interconectado y volátil, las empresas que sepan convertir el riesgo en oportunidad sobrevivirán y consolidarán su liderazgo”, afirma Iván Pino, Partner & Latam Corporate Affairs General Director en LLYC.

Ejemplos de antifragilidad
Casos como el de Mattel con Barbie ilustran el poder de esta nueva mentalidad. Frente a años de críticas por falta de diversidad, la compañía no se limitó a responder de manera reactiva; replanteó su estrategia de fondo; amplió su portafolio de productos y capitalizó el lanzamiento de una película que reconectó emocionalmente con nuevas audiencias.
Estos ejemplos muestran que más allá de resistir las críticas o mitigar los impactos, se deben usar como trampolín para innovar y crecer. Según LLYC, ser antifrágil implica cambiar la forma en que se conciben los riesgos, reforzar los sistemas de escucha activa e integrar herramientas como la inteligencia artificial para detectar tendencias de manera temprana.
“Las organizaciones más exitosas serán aquellas que más que esperar a que la crisis llegue para reaccionar, diseñan escenarios múltiples, actúan con agilidad y fortalecen sus capacidades de adaptación. La antifragilidad no es un concepto aspiracional: es un requisito para prosperar en un mundo donde la confianza y la credibilidad son los activos más valiosos”, concluye Iván.
En este entorno de constante transformación, la verdadera ventaja competitiva va más allá de resistir el cambio. Consiste en anticiparlo y convertirlo en una fuente de evolución. Las empresas que abracen la antifragilidad serán más resilientes y construirán organizaciones más ágiles, innovadoras y preparadas para liderar el futuro.
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